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Una mirada de la Biblioteca Libertad Viajera

La Biblioteca Libertad Viajera, en compañía de las niñas y niños del jardín infantil Aures, en la localidad de Suba.


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Había una vez un viaje de bibliotecas…
Juan Sebastián Gaona Padilla
Desea Libre
Podemos comenzar historias de muchas formas, tal y como las historias pueden convertirse en leyendas, mitos o en cuentos que pasan y pasan entre muchas mentes hasta hoy o hasta muchos y muchos próximos hoy. Mi historia, la que vas a leer a continuación, comienza así:

Doña Marta, habitante del barrio Gloria Lara 2, prepara el desayuno  para su familia un sábado cualquiera a las 7 de la mañana. Ese sábado tiene la madrugadora compañía de su nieta Sara, quien entusiasmada le recuerda que tienen una cita para leer en la biblioteca Rafael Pombo. Sara de seis años devora cuentos con sus ojos verdes y aprende por gusto El renacuajo paseador. El momento del desayuno se termina, Sara y doña Marta se alistan rápidamente y salen de su casa con rumbo a la biblioteca comunitaria.

Doña Marta abre la puerta de la biblioteca, pide a Sara que le ayude a ordenar algunos libros mientras ella enciende los parlantes del barrio para invitar a la comunidad a la jornada de lectura y juegos. Pone un disco de canciones infantiles populares, toma la escoba y el recogedor y comienza a limpiar tanto adentro como afuera de este espacio. Ella es quien ha asumido la responsabilidad de darle vida a la biblioteca, a dinamizar la lectura entre los habitantes del barrio y ayudar a niños y niñas en sus aprendizajes escolares. Doña Marta trabaja por su comunidad y sabe cómo hacerlo, comprende que es necesario tener compromiso y voluntad de hacer y de crear.

Así encontramos a esta linda señora que como  buena anfitriona nos recibió con un saludo amable y cálido. Su biblioteca y la de todos quienes habitan este sector también nos saludó con cariño, y nosotros la besábamos con nuestros recuerdos de una labor anterior realizada allí, en la cual las películas, los libros y los juegos eran nuestra excusa más grande para compartir el tiempo, el alimento y las palabras. En señal de agradecimiento a todo lo que nos ha dado esta biblioteca,  su hermana, la biblioteca Libertad Viajera le traía presentes como buen visitante: lecturas, historias y creaciones.
Con motivo de esta unión, nuestro corazón de biblioteca itinerante y viajera se mezcló con la esencia de una biblioteca de barrio construida con y para la comunidad; de esta manera, se invitó a la misma a participar de las actividades y nos hicimos visibles leyendo y creando historias del barrio afuera de la biblioteca. Fueron llegando de uno en uno o de dos en dos niños y niñas traídos algunos por sus padres y abuelos, y se fueron sentando en el círculo de la lectura. Dando la bienvenida nos sumergimos como un submarino en el agua de las historias.

Dentro de este barco subacuático empezamos a ver por las ventanas que miles de peces en formas de palabras se convertían a su vez en imágenes de animales que se acariciaban entre sí, convirtiéndose en la escena más tierna y amorosa que se haya visto jamás. Subiendo a la superficie y pisando de nuevo tierra, llegamos a un país donde las historias eran las más extrañas y sorprendentes. Con otras voces viajamos por la ciudad en donde había un camino que llegaba a ninguna parte, pero nos encontramos a un niño que aseguró venir de allí y que traía miles y miles de tesoros. Al voltear una calle nos encontramos con un gran trancón, así que le preguntamos a un peatón cuál era el motivo del atasco y nos comentó que un semáforo había decidido cambiar todos sus colores a azul y que en ese momento todo el mundo quedo perplejo. De pronto, los carros comenzaron a andar rápidamente por nuestro lado, y cuando pasamos por aquél semáforo lo notamos acongojado y triste, tal vez había dado la señal de volar hacia el cielo y nadie lo había entendido. Un poco cansados del viaje la sed nos sobrecogió, pero por fortuna nos encontramos con un edificio hecho todo de helado, entonces nos bajamos y nos dimos un buen banquete con puertas y ventanas de chocolate, algunos comieron camas y sofás de sabor a vainilla.

Llenos de tanto helado nos fuimos a un parque a descansar y a crear historias. Saltando al tingo y bailando al tango creamos historias muy corticas: aparecieron el pan coco, la rana, el niño de la foto linda, la niña que leía cuentos de Ermel el elefante (primo de Elmer el elefante de colores) y muchas otros personajes que nos hicieron reír con la imaginación. Luego, ya cayendo la tarde en nuestro viaje pensamos en construir muchas cámaras fotográficas para retratar esos bellos instantes y muchos otros en nuestras vidas. Con cartulina negra, cartón paja y tizas fueron diseñadas las cámaras más potentes de todo el mundo pues lograban sacar fotos del pasado, del presente y del futuro guardándolas en el sitio más preciado de todo nuestra mente en forma de corazón.
Dejando nuestras fotos para el recuerdo de este encuentro, nos despedimos todos con abrazos, apretones de mano, besos y sonrisas, y prometimos volver siempre a crear historias en colectivo. Doña Marta nos invitó a ir siempre cuando queramos a la biblioteca, que es como nuestra otra casa, y Sara nos invitó a leer cualquier día que queramos.

Gracias a la Biblioteca Comunitaria Rafael Pombo del barrio Gloria Lara segundo sector.

Las lecturas de nuestro viaje fueron:
- Cuento con caricia – Elsa Bornemann
-El edifico de helado; Gianni Rodari.
-El camino que no iba a ninguna parte; Gianni Rodari.
-El semáforo azul; Gianni Rodari.
-El domingo por la mañana; Gianni Rodari.
-Tesoro para niños.


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Biblioteca Libertad Viajera
Desea Libre
Pequeñas transformaciones cotidianas
Nota del 22 de febrero del 2015

Debo comenzar diciendo que la labor que se realiza en el trabajo comunitario y barrial no es fácil. En ocasiones he llegado a pensar que se trabaja bajo una utopía muy difícil de alcanzar, en la que queremos que todo sea como soñamos; y también, que estamos en medio de una realidad caótica y asfixiante en la que la indiferencia y la estigmatización son el pan de cada día, al igual que las “mañas” politiqueras que nos conducen a separarnos y ampliar poco a poco las brechas entre organizaciones, colectivos y generaciones.

Sin embargo, algo de esta labor nos reconforta, y cuando expreso esto, quiero decir que nos llena el alma, nos da fuerzas en el corazón y coraje. Los años pasan y con ellos los aprendizajes se van formando, los recuerdos llegan cuando pensamos en la primera vez que recorrimos las cuadras en busca de libros, o el día en que gozamos con los vecinos tres días de festival por el barrio, la vida y la identidad comunitaria, en donde los personajes principales fuimos todos. De eso ya algunos años, con muchos esfuerzos, pausas, algunos instantes de botar la toalla, pero otros de hacerlo más consciente, con más amor.

Pienso entonces que en este mundo rápido, lleno de smog y de noticias que nos muestran lo cínicos e hipócritas que podemos llegar a ser, esto de la labor comunitaria se convierte como en una salida coherente con el pensamiento de realizar el cambio desde nosotros mismos. Cambio al que estamos si se quiere por llamarlo así, obligados a realizar, o por lo menos a intentar, un cambio en las actitudes que tenemos con los otros, y en estos incluyo a la naturaleza. Un cambio que puede ser personal –debe ser así, permanente-, o que lo construyamos en la familia, pero que lo hagamos.

Cambios, pequeñas transformaciones cotidianas, reflexiones personales o colectivas que nos lleven a pensarnos nuestro ser y estar en el mundo, que pienso nunca ha sido ni acabar con lo que tenemos alrededor ni imponernos a otros. Me preguntaba por qué era necesario volver al barrio, sacar los libros al parque, recoger la basura y los desechos de mascotas con dueños bien marranitos –que me perdonen estos animales-, cuidar de los árboles, o pensar sobre cosas a las cuales les dedicamos poco tiempo, como la importancia de los abuelos y abuelas, sus relatos en la preservación de memoria y el tejido de un legado para nosotros los jóvenes o las generaciones por venir.

Todas estas acciones y reflexiones nos conducen a permitir otros escenarios de interacción, mucho más cercanos y amables, y también a fortalecer los lazos de amistad y trabajo, de confianza, esfuerzo y compromiso. Leer, conversar, sacar fotos, jugar fútbol, limpiar nuestros espacios comunes, reconocer la dedicación de otros o agradecer el acompañar de amigos o de personas que se esfuerzan por sus comunidades en otros lugares, hace parte de concebir nuestros barrios como espacios en los que multiplicidad de lenguajes se encuentran, forman la cotidianidad, crean nuevas expresiones y luchan porque estas puedan ser escuchadas y comprendidas.

Implica esto observar a nuestros vecinos y lugares emblemáticos como seres que influyen en nosotros o tienen relevancia en nuestra vida, y que cualquier cosa que suceda en ellos acarrea una afección en nosotros: pensemos solamente en la importancia de los lugares en los que jugamos cuando éramos niños, o en la tienda del barrio donde vendían refrescos a cincuenta pesos perfectos para calmar la sed de los partidos los sábados por la tarde; o pensemos en el tendero, en el señor que vende mazamorra paisa o el de las flores, y así muchos otros, de los que seguro nos podemos acordar.

Esto nos lleva a pensar que no somos los únicos que vivimos en el mundo, que este lo habitan diversidad de personas con pensamientos totalmente diferentes; esto nos lleva a pensar a los otros realmente, no como un mero discurso académico; o nos lleva, por lo menos, a darnos cuenta de que no es fácil eso de pensar a partir del otro, apreciando sus perspectivas. Tal vez si hiciéramos el esfuerzo fuéramos un poco menos competitivos –consecuencia del mundo actual, que va de afán- y encontraríamos en los otros puntos clave de articulación para andar o desandar en comunidad.

Agradecemos a nuestro barrio por permitirnos seguir allí, pisar sus cuadras y sentir los años; agradecemos a los niños y las niñas que nos cuentan sus historias de elefantes y sapos, o gritan goles y regalan abrazos; agradecemos a los amigos de otros grupos, organizaciones y colectivos de la localidad que nos brindan su apoyo y compañía; agradecemos a la familia por ser parte del sueño Desea Libre y a Suba por darnos la alegría de ser hijos de los humedales y amigos de quienes los defienden y resisten con su vida porque se respeten estos hogares de la Tinguas. 





2 comentarios:

  1. Reportaje hecho por Cristian Zuluaga del Video Periódico El Popular.

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  2. Amig@s y compañer@s, saludos desde Funza, Cundinamarca. @nelsonareva @lineproduccione

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